Protectores de Asgard. Ginnungagap

Ginnungagap, el origen de todo, el inicio del mundo, el comienzo del Yggdrasil.

La Spin-on de Protectores de Asgard que te hará viajar por más de sesenta años de historia, y te ayudará a entender y resolver todos los misterios y secretos de los diez mundos: Asgard, Vanaheim, Midgard, Nifelheim, Undergard, Alfheim, Svartalfheim, Muspelheim, Jotunheim y Helheim.

Nuevos personajes, nuevas historias, nuevas relaciones, nuevas emociones y sentimientos, nuevas batallas, nuevas traiciones y un final que se convertirá en un nuevo Ginnungagap.

¡Lee el prólogo gratis a continuación!

Cuenta la leyenda que, muchos lustros atrás, Titania, reina de las hadas, creó el Crann Bethadh. Un árbol mágico escondido en el centro de un bosque, rodeado por una aldea humana, cuyo nombre jamás ha sido revelado. Se dice que el Crann Bethadh conectaba todos los elementos del mundo: sus raíces representaban el inframundo, su tronco el mundo de los humanos, y sus ramas, hojas y copa aludían al mundo de los dioses y espíritus.

Un árbol que simbolizaba la armonía y el equilibrio, la unión de la tierra con el cielo. Una unión que, con el paso de los años, y por culpa de Oberón, rey de las hadas y esposo de Titania, terminó quebrándose.

Cada noche, el árbol de la vida debía recargarse de energía para seguir ejerciendo su protección. Para ello, todos los días cuando llegaba la medianoche, Titania y Oberón bailaban bajo el árbol, bañados por la luz de la luna, aportándole así dicha energía. Pero para que aquello funcionara, el cielo les impuso una condición: al amanecer debían esconderse. Ningún humano debía descubrirlos. Si aquello sucedía, el equilibrio y armonía entre el cielo y la tierra se rompería.

No era ningún secreto que Titania y Oberón discutían día sí, día también. Titania, en realidad, no lo amaba. Su matrimonio tan solo había sido un puro trámite para conseguir la energía que el Crann Bethadh necesitaba. Hacía falta la magia del rey de las hadas unida a la de Titania, el hada más poderosa de todas, para conseguir su cometido.

Ambos, a pesar de bailar todas las noches unidos, cuerpo a cuerpo, piel con piel, no se soportaban.

A ojos de Titania, Oberón era descuidado y torpe. Más de una noche había tenido que ir en su busca para arrastrarlo con ella hasta el bosque. Y más de un amanecer había faltado poco para que fueran descubiertos por algún humano, que había salido pronto a cazar, por culpa de Oberón que se tomaba la marcha con excesiva calma.

Sus discusiones fueron en aumento a medida que el tiempo pasaba hasta el punto que Oberón decidió hacerle una broma pesada a Titania. Dijo que no se encontraría con su esposa hasta entrada la madrugada, en lugar de a media noche como habían pactado, provocando que el árbol no pudiera cargarse y dejando al mundo de los humanos desprotegido.

Titania, preocupada, veía cómo la luna iba cambiando con el paso de los minutos.

Oberón no se había presentado. Tampoco lo había encontrado cuando, pasada la media noche, había ido en su busca. Quedaban pocas horas para el amanecer.

Titania vio aparecer, corriendo y jadeando, a Oberón entre los árboles como si huyera de algo. Sin que ella tuviera tiempo para reprochárselo, la agarró por la cintura y la obligó a bailar, a pesar de que un atisbo de sol ya se veía por el horizonte. Titania intentó resistirse, pero él la tenía bien sujeta. Pasados largos minutos, Oberón observó el árbol que volvía a brillar cargado de energía y se detuvo. Titania lo separó con un fuerte empujón en el pecho para sacarlo de allí y esconderse como cada amanecer, pero fue demasiado tarde. Dos hombres los estaban observando, atónitos, a unos pasos de ellos.

En ese mismo instante, el Crann Bethadh comenzó a chispear como si una corriente pasara por el centro de su tronco, desde las raíces hasta sus ramas. Los humanos, desconcertados y asustados, se marcharon del lugar completamente despavoridos. Largos minutos después, la luz que emergía del árbol, y que era su fuente de energía, se apagó.

Titania, asustada, observó a Oberón, que la miraba con rostro serio y calmado.

Demasiado calmado, a su parecer.

La tierra bajo sus pies comenzó a temblar, al mismo tiempo que una fuerte melodía de notas agudas, procedentes de un arpa, se escuchaba en la lejanía.

Dagda, dios supremo, descendió del cielo quedando frente a Oberón y Titania.

El dios saludó a Oberón con afabilidad.

Ese gesto fue el que alertó a Titania de que lo sucedido había sido una triquiñuela de Oberón para traicionarla y deshacerse al fin de ella.

Con motivo de haber roto la promesa de no mostrarse en presencia de algún humano, Titania fue despojada de sus poderes, convirtiéndose así en una humana corriente.

Oberón acababa de conseguir su anhelo, la libertad.

Tras lo ocurrido, el árbol de la vida, el Crann Bethadh dejó de brillar, volviéndose un árbol corriente, sin poder alguno y dejando a los humanos en manos de los dioses. Las hadas habían sido liberadas de su cargo como protectoras.

Aquella traición no gustó al resto de hadas, que repudiaron a Oberón, expulsándolo de su mundo. Tras el destierro de su rey y el nombramiento de una nueva reina, las hadas evolucionaron considerablemente para adaptarse a la nueva vida que les esperaba. Ellas, que hasta el momento no tenían alas, se transformaron en seres alados de gran poder. A su parecer, fue Titania la que lo hizo posible. Estuviera donde estuviese, las hadas creían que les seguía otorgando poder a través del Crann Bethadh, que se mantenía en pie, a pesar de no mostrar propiedades mágicas.

Desde entonces, y tras lo sucedido a Titania, las hadas somos vistas como seres caprichosos, egocéntricos y narcisistas. Los dioses no confían en nosotras ni nosotras en ellos. Los humanos, por su lado, ya no nos necesitan.

Cierto es que existen muchas versiones del fin de Titania. Algunas dicen que su alma sigue viviendo en el Crann Bethadh, otras aseguran que murió a los pocos días como un alma en pena por su condición de humana. Sin embargo, la versión que más peso tiene entre nosotras, aquí en el Valle de las Hamadríades, es la que cuenta que hizo un pacto con Odín, rival y enemigo directo de Dagda, tras su traición y que ella fue la creadora real del Yggdrasil, incitando y acelerando el Ginnungagap.

—¿Y fue realmente así?

La pregunta de Brigitte devolvió a la realidad a Áine, reina de las hadas del Valle de

las Hamadríades, que estaba explicando a su hija aquella leyenda por enésima vez. Quería que Brigitte comprendiera lo importante que era proteger su mundo.

—Todas, en este valle, creemos que así es. Creemos que el Crann Bethadh existió, igual que existe el Yggdrasil, y que ambos árboles están conectados.

Áine acarició el rostro de su hija de quince años, mucho más bello que el de ella.

—Por eso, algunas veces te marchas, ¿verdad? Vas en su busca.

La reina asintió y se puso a andar por la estancia.

—No pararé hasta encontrarlo. Los árboles de la vida son la fuente del Wynn, aquello que nos mantendrá por siempre jamás con vida y nos permitirá volver a ser las protectoras de la armonía. Pero si yo no lo consigo —hizo una pausa para mirarla directamente a los ojos—, deberás hacerlo tú.

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