
Porque saber cuándo parar es tan necesario como saber organizarse
El fin de semana pasado fue la primera vez que renuncié a ir a un evento al que ya me había comprometido. A pesar de toda la organización del mundo, el tiempo y el cansancio ganaron la partida esta vez. Me sobrepasaron.
Llevaba tres semanas levantándome de lunes a domingo entre las 5:00 y las 5:30 h. El sábado tenía la presentación de Maktub. Lo que está escrito, y el domingo, feria en Canyelles de 10:00 a 15:00 h. Hasta ahí, todo bien, todo organizado. No obstante, Canyelles se encuentra a una hora y media de ida y a otra de vuelta desde mi casa: tres horas de viaje por cinco horas de feria, habiendo dormido apenas cinco.
Hice cálculos económicos, cálculos de tiempo y cálculos sobre mi estado físico, y vi que la ecuación no salía positiva. Conducir sola suponía un riesgo demasiado alto para mi integridad física y, sobre todo, para la de los demás.
Mi cuerpo todavía no se ha adaptado a la nueva rutina ni a los cambios en el trabajo, y eso puede ser peligroso. Así que decidí, después de tres semanas frenéticas, pasar el domingo encerrada en casa para avanzar el trabajo acumulado:
- Escribir un relato para El Prólogo.
- Recopilar, escoger y editar las fotos de la presentación del día anterior.
- Preparar las publicaciones de redes para la semana.
- Redactar un artículo para el blog sobre la presentación.
- Organizar la agenda semanal.
- Avanzar en un proyecto nuevo.
- Leer.
Tenía demasiadas cosas pendientes y una nueva semana intensa por delante, así que decidí parar. Tomarme un respiro, dedicarme tiempo a mí y a los míos. Pasar tiempo en mi refugio seguro: mi casa.
Seamos sinceros: soy una persona muy nerviosa, inquieta, que siempre necesita estar haciendo cosas y a la que le cuesta parar. Pero a veces debo obligarme a hacerlo. De verdad que es necesario. Sobre todo sabiendo que, en las semanas siguientes, me esperaban una nueva sesión de El Prólogo, una feria de dos días (Starfans), un evento familiar, etc.Ese domingo lo necesitaba, y me lo concedí. Porque saber cuándo parar es tan necesario como saber organizarse. Sí, tuve que renunciar a un evento, pero prefiero eso a renunciar a mi cordura y a mi salud.
